Podría decirse que nuestra historia es la historia de una más de las muchas empresas familiares que conforman el tejido económico de este país. 

Empresas pequeñas, en las que la familia comparte un mismo proyecto y se vuelca en él, porque éste ha de servir de modo de vida para el grupo. Empresas que han nacido gracias al talante emprendedor del fundador/a, en nuestro caso nuestros padres: Maxi y Alva, quienes proyectaron un sueño y no desistieron en el empeño hasta conseguirlo. Empresas que saben de sacrificio, esfuerzo y trabajo duro, ingredientes necesarios para avanzar. Empresas que deben conjugar al mismo tiempo tradición e innovación, la primera porque es recoger el legado de las generaciones anteriores al tiempo que una seña de identidad y, la segunda, porque es una exigencia para sobrevivir en el presente. Empresas que echan raíces en el territorio que las ha visto nacer y se comprometen con él, en nuestro caso Asturias. Empresas que quieren trascender en el tiempo y aspiran a permanecer de generación en generación, hasta que esa voluntad de continuidad desaparezca. 

Y es así como, en los años 70 cuando Gijón era una ciudad industrial de primer orden en el norte de España, nuestros padres apostaron por un proyecto aparentemente sin futuro en aquel momento: ofrecer excursiones en barco por la bahía de Gijón a precios populares.